Nota publicada en el blog Visit Argentina del Ministerio de Turismo de la Nación
El emblemático edificio fue concebido como un lujoso depósito de agua y hoy es un símbolo de la historia de Buenos Aires
Una construcción exuberante llama la atención de cualquiera que transite por la Avenida Córdoba, en el centro de Buenos Aires. Este edificio, que deslumbra a los porteños y visitantes desde hace unos 120 años, despertó todo tipo de especulaciones y rumores, algunos generados por el desconocimiento y otros por incredulidad: nadie podía aceptar que el único propósito de ese imponente palacio fuera albergar un gran depósito de agua.
Dos realidades en un solo edificio
Por fuera, una sobresaliente ornamentación, lograda con 300 mil piezas de terracota esmaltadas –que fueron traídas de Inglaterra– y 90 escudos que representan a la Nación, a las diferentes provincias y a las ciudades de Buenos Aires y Rosario.
Por dentro, el Gran Depósito Ingeniero Guillermo Villanueva –como se llamó oficialmente– era una imponente estructura de hierro fundido, compuesta por una malla de 180 columnas que sostenían doce tanques que, en total, tenían capacidad para contener 72 millones de litros de agua.
Monumento a la Higiene
¿Por qué un depósito tuvo este lujoso aspecto? En 1870, la provisión de agua de Buenos Aires dependía de los aljibes y los aguateros. Pero la ciudad estaba creciendo y las epidemias (sobre todo el cólera y la fiebre amarilla) abundaban. El agua pura era una necesidad y la posibilidad de contar con ella era un símbolo de modernidad y progreso.
El proyecto fue encomendado al estudio del ingeniero inglés John Bateman. “Cuando se solicitó este edificio, desde el gobierno le indicaron a los diseñadores que no deseaban un simple tanque de agua, sino que buscaban algo único, sin comparación en el mundo. Querían demostrar la importancia que le daban al agua pura; fue concebido como un monumento a la higiene pública”, cuenta el arquitecto Jorge Tartarini, director del Museo del Agua y de la Historia Sanitaria.
Para instarlo se buscó un punto que estuviera ubicado a más de 72 pies sobre el nivel del Río de la Plata para que el agua bajara a la ciudad por gravitación, pero también se tomó en cuenta que la zona fuera elegante y visible.
Modelo para armar
“El edificio fue proyectado como una especie de rompecabezas: cada pieza de terracota llegaba en barco marcada con una letra y un número y el plano, que se puede ver en nuestro museo, mostraba la ubicación que debía tener cada bloque. Por dentro, había otro modelo para armar, pero metálico. Una estructura de hierro fabricada en Bélgica que tenía tres pisos”, relata Tartarini sobre la construcción en la que trabajaron 400 personas durante 7 años, de 1887 a 1894.
Cuando fue inaugurado, este edificio ecléctico deslumbró a los vecinos y escandalizó a muchos arquitectos. La mayoría de los proyectistas que se encontraban en el país tenían una formación francesa y consideraban que esta construcción era burda, demasiado exuberante.
Misterios y leyendas
Alrededor de este gran edificio se han tejido todo tipo de mitos. Algunos aseguraban que las piezas de terracota en realidad tenían que ir a un Palacio de la India y llegaron a Buenos Aires de casualidad. Otros, decían que había sido construido para albergar las dependencias de la Casa de Gobierno.
Las historias relacionadas con la muerte también tuvieron lugar: se ha dicho que uno de los arquitectos se suicidó por no quedar conforme con la obra y también que el cadáver de Eva Perón estuvo escondido allí durante un tiempo.
Pero, sin duda, la historia más perturbadora sobre este emblemático lugar tiene que ver con el secuestro de Felicitas Alcántara, una adolescente de una acomodada familia que desapareció en 1899 mientras paseaba junto a sus hermanas e institutrices por la costa del río, en San Isidro.
Una ficción histórica del autor Tomás Eloy Martínez relata que un día de 1903, en un lugar deshabitado del palacio, se encontró el cuerpo de Felicitas con la misma vestimenta que tenía aquel día. En el relato se plantea el interrogante: ¿pudo haber sido trasladada la joven por las cañerías por las que corría el agua? Según Tartarini, es algo imposible. Seguramente el responsable –que nunca fue encontrado– trabajaba en el depósito en el momento del secuestro.
Estas leyendas urbanas que han recorrido las calles dan cuenta de la fuerte presencia que tiene este edificio en Buenos Aires.
Museo del Agua y de la Historia Sanitaria
Desde hace 45 años, esta estructura ya no guarda agua, sino historia: los tanques contienen más de dos millones de archivos de planos y en el primer piso hay todo tipo de artefactos y griferías antiguas. Esto se debe a que allí se realizaban las aprobaciones de instalaciones y elementos sanitarios.
Actualmente funciona en el Palacio el Museo del Agua y de la Historia Sanitaria. Visitarlo es una oportunidad para ver piezas históricas –e insólitas– y para conocer por dentro uno de los edificios más bellos y misteriosos de la ciudad.
Riobamba 750, 1º Piso. Ciudad de Buenos Aires.
Horario de atención: Lunes a viernes de 9 a 13.
Visitas guiadas: Lunes, miércoles y viernes a las 11.
Entrada gratuita.