Es abril, el aislamiento obligatorio para contener la pandemia ya lleva algunas semanas en Buenos Aires. La soledad y las necesidades se ven en los medios, en las amistades y en el barrio. Mariel –diseñadora gráfica, 44 años– empieza a pensar cómo podría ayudar a que otras personas sobrelleven mejor el encierro.
En el cruce entre una pregunta (¿qué pueden necesitar las familias?) y mirar lo que tenía en su casa, surgió la idea: que haya libros en el barrio.
En el barrio Mitre, a unas cuadras de su casa en Saavedra –límite norte de la Ciudad de Buenos Aires– Mariel camina, como cada sábado, con un carrito de supermercado (que le presta un vecino) lleno de libros para niños, niñas y adolescentes.
La primera vez llevó libros que eran de su hijo y los repartió en la fila de una olla popular. Después empezó a pasar casa por casa y decidió crear una cuenta de Instagram para pedir más libros. Se puso el objetivo de conseguir mil y lo logró: personas de distintos lugares –y algunas pequeñas editoriales– hicieron su aporte.
—¿Cómo se te ocurrió la idea de regalar libros?
—Me imaginé a mí cuando era niña. Pensé que en el barrio suele haber casas chicas donde viven muchas personas juntas y en esas situaciones es difícil entretenerse. Yo había colaborado un tiempo en un centro comunitario y me había dado cuenta de que en general no había muchos libros en las casas, no estaban habituados a las lecturas. Creí que era una manera de ayudar a las familias a pasar un mejor rato con lo que yo tenía o con lo que yo podía hacer.
En cada visita Mariel se sorprendía con la alegría de las y los vecinos y con las historias que aparecían: casas donde se armaban bibliotecas por primera vez, la incorporación de rutinas de lectura en familia, adolescentes que descubrieron que no son los únicos que leen en el barrio y están en proceso de formar una comunidad.
Al principio Mariel se preguntaba si valía la pena dejarlo en todas las casas, si todos los libros eran leídos. Después cambió su mirada:
– Entendí que no dejo un libro, dejo una posibilidad. Es como una puerta abierta por la que capaz se entra y capaz no. Se me ocurre pensar que en muchos casos estamos regalando lindos recuerdos para adultas y adultos lectores. Yo siempre pensaba qué hacer, involucrarme en algo solidario y después me di cuenta que muy cerquita siempre hay alguna situación que merece tu atención, a la que le podés aportar algo. A veces ni siquiera es ayuda, sino una mirada, vincularse distinto.