“La imperfección da pie a la invención, a la imaginación y a la creatividad. Estimula.”
Cuando escuché por primera vez la historia de Jhumpa Lahiri, una escritora de lengua inglesa que aprendió italiano y empezó a publicar libros en ese idioma, y leí esta frase de su texto In altre parole decidí que tenía que leer ese libro. Lo puse en la lista de pendientes que rara vez consulto cuando voy a una librería, pero también lo fijé en mi cabeza. Definitivamente iba a buscarlo la próxima vez que estuviera en Italia, y así fue.
Jhumpa Lahiri es una escritora de padres bengalíes que nació en Londres y se crió en Estados Unidos donde publicó sus primeros libros –en inglés– y ganó premios como el Pulitzer, pero en un momento de su vida decidió tirarse de cabeza a una lengua que venía aprendiendo lentamente desde hacía 20 años: se mudó a Roma y empezó a escribir sus libros en italiano.
Decir que decidió “tirarse de cabeza” va en línea con una metáfora con la que ella empieza este libro. En este relato representa a una lengua como un lago y dice que su aprendizaje de las primeras décadas era como nadar cerca de la orilla: jugaba, ejercitaba los músculos, pero siempre tenía cerca a la lengua propia, por miedo a ahogarse. Su decisión de irse a vivir a Italia fue como atravesar este lago, animarse a ir donde no hacía pie para conocerlo de lleno. (Aunque en otro capítulo aclara que una lengua no es un lago sino más bien un océano, tremendo y misterioso).
Cuando por fin tuve el libro me desilusioné un poco porque sentí que las mejores partes ya las había leído, pero disfruté acercarme más a la experiencia plurilingüe de la escritora y, como suponía, me sentí identificada con sus declaraciones sobre el idioma italiano (“parece una persona a la que conozco un día por casualidad, con la que enseguida siento un vínculo, un afecto”). Pero lo que me resultó más interesante fue descubrir sus motivaciones profundas para empezar a escribir en otra lengua, cosa que para muchos era ridículo y un modo de autoboicotear su carrera como autora. Sin embargo, ella defiende la relación entre la imperfección y la creatividad y, afirma que “desde el punto de vista creativo no hay nada tan peligroso como la seguridad”.
Yo descubrí el aprendizaje de idiomas de grande. Hasta los veintipico sentía que no sabía nada de inglés y que jamás iba a poder aprenderlo (me lamentaba por no haberlo hecho de chica o adolescente) y casi no me planteaba aprender otros idiomas, salvo por algunos cursos de Lengua de Señas. En los lagos que yo veía parecía que había cocodrilos. Después aprendí bastante inglés y hace dos años descubrí –y me fascinó– el italiano. Descubrí que entrar en otras lenguas era posible y apasionante. Sin embargo, aún me cuesta amigarme con el proceso de práctica y error. Me enojo conmigo cuando me equivoco y tengo que hacer un esfuerzo para decidir ir más allá de donde suelo chapotear. Con la escritura, en cambio, tengo un vínculo de mayor cercanía desde chica, pero igual siento que un obstáculo grande para desarrollarla es la frustración ante las limitaciones y tal vez por eso no suelo atreverme a géneros, formatos o métodos a los que no estoy acostumbrada.
La imperfección no es algo muy valorado en general, tratamos de ocultarla, de disimularla. Lahiri, en cambio, dice que eligió seguir escribiendo en italiano porque allí tiene el permiso de sentirse imperfecta y eso, al final de cuentas, le trae libertad. Pensar en la imperfección como algo estimulante en un proceso de aprendizaje pero también en cualquier proceso creativo es lo que más me quedó resonando de este libro. Que sea como dice la autora: “cuanto más imperfecta me siento, más me siento viva”.