En los últimos cuatro meses el universo de personas que tienen más de 60 años fue mencionado una y otra vez –en los medios, en discursos, en conversaciones– junto a las mismas palabras: vulnerabilidad, riesgo, fragilidad. La psicóloga especializada en gerontología Graciela Zarebski afirma que la pandemia puso en evidencia los prejuicios que existen sobre esta etapa de la vida, y propone visibilizar la diversidad y las fortalezas de las vejeces.
– ¿De dónde vienen y cómo se sostienen las generalizaciones y prejuicios que existen sobre las personas mayores?
– Están relacionados con antiguos paradigmas que tenían sentido en épocas en las que la gente no llegaba a edades tan avanzadas. Como la expectativa de vida era mucho menor, cuando alguien cumplía los 50 o 60 años la vida se terminaba en casi todos los aspectos. Se hablaba de ‘ancianos’ como una categoría general porque se suponía que a todos les pasaba lo mismo, en esa etapa ya no había lugar para nada nuevo. En los medios es muy común escuchar la expresión “los jubilados” y antes se hablaba también de “la clase pasiva”: esto recorta a la persona por su rol económico. Otra manera es llamarlos “abuelitos”, pero esto es reducirlos a un rol familiar –que no siempre tienen–. Hay múltiples facetas que el ser humano puede seguir teniendo a medida que envejece. Los nuevos paradigmas permiten ver a los seres humanos de forma integral. El discurso de los medios de comunicación durante la pandemia puso en evidencia que estos prejuicios todavía están presentes en nuestra sociedad.
– En los medios y discursos oficiales se puso el foco en la edad como factor de riesgo, lo que ocasionó muchas críticas. ¿Por qué considerás que es un problema?
– Se puso el eje en el concepto de que las personas mayores son vulnerables desde lo biológico. Es cierto que a medida que avanzan los años uno tiene más probabilidades de acumular factores de riesgo, como la hipertensión o la diabetes, pero también hay gente joven que los tiene. Sería más adecuado enfocarse en las patologías previas, no en la edad. Considero que esta es otra forma de recortar la identidad de las personas. Uno no está condicionado solo por su vulnerabilidad biológica, también es importante cómo está su psiquismo, su actitud frente a la vida. Cuando los factores biopsicosociales y espirituales están fortalecidos contrarrestan la fragilidad física. Por eso muchas personas mayores han alzado su voz en contra de las generalizaciones: reaccionaron contra las etiquetas porque no se definen a sí mismas desde la vulnerabilidad biológica.
– Existe una tensión entre respetar la autonomía de las personas mayores y la intención de cuidado de sus vidas. ¿Cómo se puede encontrar un equilibrio?
– Por este motivo muchas veces los familiares caen en la sobreprotección. Hay una creencia errónea de que cuando nuestros padres envejecen se invierten los roles y pasan a ser nuestros hijos. Las familias deben darle un apoyo a los mayores pero no todos necesitan cuidado. Es importante respetar su autonomía todo lo posible, incluso cuando hay un deterioro cognitivo. La sobreprotección es una forma de maltrato. El familiar puede tener muy buena intención de ayudar, pero si limitamos las posibilidades de elección y de decisión contribuimos al avance de su deterioro, es lo que llamamos incapacidad aprendida.
– ¿Cuáles son los aspectos de las vejeces que considerás importante visibilizar?
Creo que lo más justo y adecuado es apelar a la responsabilidad de las personas mayores. Se calcula que alrededor de un 25 por

Graciela Zarerbski dirige la licenciatura en Gerontología de la Universidad Maimónides y es autora de los libros “Padre de mis hijos, ¿padre de mis padres?” y “Hacia un buen envejecer”, entre otros.
ciento envejece de forma patológica, el resto lo hace medianamente bien. Alguien que defiende su vida y que tiene proyectos nuevos va a ejercer el autocuidado. Además, la gente mayor viene aprendiendo, por haber tenido circunstancias adversas en el curso de la vida, que hay momentos de cambios. Esto les dio la posibilidad de ser reflexivos y flexibles. Se dice que “los viejos son cascarrabias”, pero esa característica se da en aquellos que fueron rígidos toda su vida. En cambio, quienes son flexibles pueden autocuestionarse y cambiar de opinión, como vimos en muchas personas mayores que ante estas circunstancias decidieron aprender algo nuevo, usar la tecnología o incursionar en las redes sociales.
Cuando alguien envejece bien está conectado con su interioridad, es permeable a sus sueños, a sus deseos, y puede conectarse con eso en los momentos de caos. Hay muchos factores protectores que permiten a las personas mayores transitar de buena manera este tiempo.