Nota publicada en Revista Tercer Sector
En Argentina muchos de los niños y niñas que poseen enfermedades oncológicas, crónicas o poco frecuentes, deben trasladarse a la Ciudad de Buenos Aires para recibir el tratamiento adecuado. El 35 por ciento de pacientes menores de edad diagnosticados con cáncer son atendidos en el Hospital Garrahan y –según informa un comunicado de la institución– allí se realizan el 50 por ciento de los trasplantes pediátricos del país.
Abandonar la ciudad de origen implica diversos desafíos: alejarse de los familiares y afectos, dejar a otros hijos solos o bajo el cuidado de alguien más, perder un trabajo. Cuando se parte de una situación de pobreza, los factores se superponen y limitan profundamente los derechos de estos niños y niñas.
Movilizadas por estas realidades, tres jóvenes fundaron en 2014 Brazos Abiertos, una organización que acompaña y asiste a las familias de niños y niñas con enfermedades graves, terminales o poco frecuentes que se encuentran en situación de pobreza.
La organización, que es dirigida por Fiorella Mangialavori –consultora psicológica–, Gisil Viera –kinesióloga–, y Daniela Sande –economista– acompaña hoy a nueve familias y ya ha brindado asistencia a otras once.
Necesidades inmediatas
Cuatro veces el año realizan colectas de alimentos y artículos de higiene. El sistema es multiplicador: cada persona que se anota para colaborar se compromete a recolectar, a su vez, al menos 20 unidades del artículo asignado. Los elementos, pensados para abastecer a una familia durante unos dos meses, se distribuyen en cantidades proporcionales a cada necesidad.
También hay otras tres colectas especiales: a comienzo de año, las mochilas y útiles escolares; en diciembre y agosto, regalos. En esas fechas, todos los niños y niñas de las familias reciben el obsequio con el motivo o personaje de su preferencia.
Acompañar
Desde 2018 procuran que cada niño tenga un voluntario referente a quien llaman madrina o padrino. “Buscamos que los chicos encuentren una familia mientras se encuentran lejos de la suya”, explica Fiorella. “No queremos que sea algo impuesto, por eso no asignamos estos roles al azar, sino que los formalizamos en base a los vínculos que se crean en las visitas”, detalla Gisil.
Con cada familia realizan un compromiso de asistencia por seis meses o un año. En 2019 planean comenzar dos nuevas líneas de acción: ayuda habitacional –refacción y equipamiento de hogares– y microcréditos para que los padres y madres puedan desarrollar un oficio acorde a sus posibilidades. Viera concluye: “Tal vez no son muchas familias, pero podemos ver cambios en sus realidades y hacer un poco más fácil esta compleja situación”