El escritor portugués que ganó el Premio Nobel en 1998 vivió los últimos años de su vida en Lanzarote, una de las Islas Canarias. Su hogar hoy es un museo que se puede recorrer en forma guiada. La visita es muy interesante porque no se trata de una casa de retiro: es un lugar donde el autor trabajó (su libro más conocido, Ensayo sobre la ceguera, lo escribió ahí), y que está llena de arte y de libros.
Estos son algunos de los detalles y objetos que me sorprendieron:
Todos los relojes marcan las 4
Salvo el que está en la cocina, que marca la hora correcta, el resto de los relojes están detenidos. Saramago quiso que siempre den las 4, la hora en que conoció a su compañera Pilar del Río, con quien compartía este hogar.
La mudanza fue una especie de protesta
Si bien Saramago ya conocía la isla y ahí vivía la hermana de su esposa Pilar, la decisión de mudarse en 1993 fue una reacción de protesta frente al gobierno portugués, que no había permitido que su novela El Evangelio según Jesucristo fuera candidata al Premio de Literatura de la Unión Europea por considerar que era ofensiva para los católicos.
Los libros escritos por mujeres tienen un lugar aparte
La biblioteca que reúne los libros de la pareja es enorme. Los libros están ordenados por origen geográfico de los autores y, en algunos casos, por temáticas. Pero hay una clasificación más: las obras de escritoras mujeres están en una estantería aparte. Tengo que decir que al principio me hizo ruido esta segregación, hasta que escuché que la decisión había sido de Pilar por este motivo: como a muchas de esas autoras sus pares no las reconocieron o respetaron en su momento, no quería obligarlas a compartir estante con ellos.
El vínculo (que no llegó a tener) con César Manrique
En la entrada de la casa hay un grabado de César Manrique, el artista más representativo de Lanzarote. Saramago había acordado una cita con él para conocerlo, pero Manrique murió en un accidente de tráfico antes de que llegara este día. Aunque nunca se vieron, explica la audioguía, el escritor “lo incorporó a su imaginario afectivo y moral”.
Los árboles como una compañía
En una visita guiada al hogar de un escritor es esperable que se hable de libros o de arte, pero en esta casa se habla también de árboles. En el parque hay distintas especies y en la entrada a la biblioteca hay un olivo que Saramago trajo en un avión de pasajeros cuando entraba en una maceta. Frente al escritorio del autor hay un cuadro que representa a su abuelo y nos muestra de dónde viene este amor.
La obra ilustra una situación que una vez contó: su abuelo, cuando imaginó que pronto iba a morir, fue a despedirse de los árboles de su huerto: los abrazaba y lloraba porque no los iba a volver a ver. A él se refería en su discurso en la entrega del premio Nobel, cuando dijo: “El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir”.