En uno de sus episodios, la serie Black Mirror imagina una sociedad en la que, a través de implantes oculares y el uso de dispositivos móviles, las personas reciben una valoración (de una a cinco estrellas) por cada una de sus interacciones sociales. La calificación es obtenida tanto por los comportamientos en el mundo digital como en el offline, por eso los personajes se esfuerzan por generar buenas reacciones en sus trabajos y en su vida cotidiana. Este puntaje brinda un estatus social y determina los servicios a los que cada persona puede acceder.
Este episodio de la serie distópica es quizás uno de los que resultan menos futuristas, ya que en el escenario imaginado podemos identificar dinámicas que vemos a diario: el nivel conectividad, el sistema de valoración o aprobación y la popularidad como recompensa.
Podemos creer que estas dinámicas son consecuencias del aporte neutral de las tecnologías de la información, pero se trata de las formas de socialidad que éstas fomentan. Las grandes empresas de internet –con Google y Facebook como líderes– plantean nuevas lógicas económicas y políticas que la académica Shoshana Zuboff llama capitalismo de vigilancia. Este modelo de negocios se basa en la extracción compulsiva de información y en su manipulación para la modificación de comportamientos con el fin de generar ganancias. Esta lógica de acumulación de datos instaló una nueva forma de control y moldeó nuevas prácticas sociales.

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En el libro La cultura de la conectividad la autora José Van Dijck realiza un recorrido por la historia y desarrollo de algunas de las más reconocidas plataformas digitales. Al analizar los casos de Facebook, Twitter y YouTube, rechaza la idea de que los medios conectivos son solo herramientas o canales para la actividad en red y expone cómo sus lógicas (como el botón ‘me gusta’ de Facebook) transforman la socialidad. “Las plataformas y las prácticas sociales se constituyen mutuamente”, afirma.
Van Dijck asegura: “los algoritmos, los protocolos y las configuraciones por default moldean de manera profunda las experiencias culturales de las personas que participan de manera activa de las plataformas de medios sociales”.
Sobreexposición y vigilancia
Este modelo de negocios y sus nuevas formas de socialidad son producto de la modernidad digital y se desarrollan en un contexto en el que, como en el capítulo de Black Mirror, las personas participan en la monitorización, evaluación y control de los demás y se exhiben a sí mismas. David Lyon llama a este fenómeno cultura de la vigilancia.
En este modo de organización, el control no es un proceso unilateral donde somos solo objetivos. Según Lyon “es algo que los ciudadanos comunes cumplen –voluntaria y conscientemente, o no–, negocian, resisten, interactúan y, de maneras novedosas, incluso inician y desean”.
Para que el modelo de negocios funcione, es necesaria la interacción permanente de los usuarios con las plataformas y dispositivos. La exposición es la dinámica que se impone, compartir es el imperativo.
Pero, ¿cómo logran los medios conectivos una participación activa de las personas en la vigilancia? Por medio de una apelación a la conexión emocional y a la idea de comunidad. Van Dijck afirma: “que las personas establezcan conexiones y construyan comunidades resulta un pretexto necesario para la manipulación y monetización de datos sociales”. Si bien en el inicio de Internet primó la idea de colaboración y comunidad, esta fue rápidamente reemplazada por la monetización de las interacciones humanas.
“Que las personas establezcan conexiones y construyan comunidades resulta un pretexto necesario para la manipulación y monetización de datos sociales” – José Van Dijck
A la lógica imperante de compartir contenido se sumó la idea de estar visible, disponible. Las funciones de confirmación de lectura de los mensajes pueden ser desactivadas, pero dejar de estar visible implica no poder conocer la información de las otras y los otros. Además, salirse de la lógica de la exposición que se ha instalado puede ser una acción vista con recelo por el entorno.
Otros principios de esta cultura y lógica económica son el rol de la popularidad y la valoración –que apela a lo emocional– como recompensas frente a la entrega voluntaria de datos.
Las plataformas sociales están diseñadas para destacar a quienes tienen más seguidores y producen más contenido. El fenómeno de los influencers también es un emergente de la lógica de los medios conectivos que premia la participación activa.
Asimilación y dependencia
Así como entre los personajes de Black Mirror, en esta sociedad red existen distintos tipos de resistencia, aunque en la mayor parte de la población se ve una adopción total de los dispositivos, plataformas y sus lógicas. Lyon explica que esta participación activa en la vigilancia sin cuestionamientos puede entenderse por tres factores: familiaridad, miedo y diversión.
En la participación y asimilación de las prácticas sociales que promueven los medios conectivos influyen también las ideas de pertenencia, comunidad, aceptación y popularidad. Rechazar alguna de estas prácticas puede tener un costo social. Van Dijck explica: “Para muchas personas conectadas, no hay ninguna posibilidad de salida, en la medida en que esto supone abandonar por completo la socialidad, ya que las actividades online están hoy completamente interrelacionadas con la vida social offline”.
¿Aceptar, enfrentar o desafiar?
Lyon afirma: “Se necesita una atención ética concentrada, junto con propuestas serias, para establecer responsabilidades de manera democrática, lo mismo que iniciativas que impulsen la educación y generación de conciencia, si se quiere entender adecuadamente la vigilancia cotidiana y, cuando sea necesario, enfrentarla y desafiarla.”
Sin proponer aferrarse a una mirada nostálgica o rechazar por completo las nuevas tecnologías, conocer la lógica que opera detrás de los dispositivos y plataformas que incorporamos a nuestra vida cotidiana resulta fundamental para tener una mirada crítica y cuestionar las implicancias que el modelo de negocios de las grandes corporaciones digitales tienen sobre la democracia, el ejercicio de las libertades individuales y nuestros derechos.